martes, 2 de octubre de 2007

LA TIENDA DE LA VERDAD

No podía dar crédito a mis ojos, cuando

vi el nombre de la tienda: LA TIENDA DE LA VERDAD.

Así que allí vendían verdad.

La correctísima dependienta me preguntó

qué clase de verdad deseaba yo comprar:

verdad parcial o verdad plena.

Respondí que, por supuesto, verdad plena.

No quería fraudes, ni apologías, ni racionalizaciones.

Lo que deseaba era mi verdad desnuda, clara y absoluta.

La dependienta me condujo a otra sección

del establecimiento en la que se vendía

la verdad plena.

El vendedor que trabajaba en aquella sección

me miró compasivamente y me señaló la etiqueta

en la que figuraba el precio:

El precio es muy elevado, Señor”, me dijo.

¿Cuál es?”, le pregunté yo,

decidido a adquirir la verdad plena a cualquier precio.

Si usted se la lleva”, me dijo, “el precio consiste

en no tener ya descanso durante el resto de su vida”.

Salí de la tienda entristecido.

Había pensado que podría adquirir la verdad plena

a bajo precio. Aún no estoy listo para la VERDAD.

De vez en cuando ansío la paz y el descanso.

Todavía necesito engañarme un poco a mí mismo

con mis justificaciones y mis racionalizaciones.

Sigo buscando aún el refugio de mis

creencias incontestables.

Agustin Romero (SDB)

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